Web oficial del escritor Luis Ferrero Litrán

La novela se adentra en el fenómeno hikikomori, personas que voluntariamente deciden llevar a cabo un aislamiento físico y social durante meses, en ocasiones años. El término fue acuñado por el psicólogo japonés Saitō Tamaki en su libro Aislamiento social: una interminable adolescencia. Cuando Saitō presentó su trabajo en 1998 estimaba que podría haber quinientos mil hikikomori en Japón. En sus últimas revisiones cree que la cifra, siempre difícil de determinar, está cerca de los cinco millones.

Las luces de Oita es una cadena de intensas emociones descritas con precisión y cercanía. La ciudad japonesa de Oita se convierte en un personaje más de esta obra en la que sus protagonistas son, antes que nada, personas de carne y hueso que sienten y viven con pasión e intensidad y, en muchas ocasiones, de forma desgarradora. Son seres como Kurumi, Natsuki o Yoshio, o la psicóloga de todos ellos, Saya, en cuyas vidas nos adentramos llegando a visionar un retrato que abarca los rasgos más íntimos tanto de ellos mismos como de la propia sociedad japonesa.

La obsesión por mostrarnos la psique de los actores que intervienen en este relato nos permite recalar en aspectos emocionales que, de otro modo, fácilmente podrían pasar desapercibidos. El silencio, la lluvia, la comunicación no verbal, el lenguaje que se establece entre las personas y las cosas, la empatía extrema y sus consecuencias, el pensamiento de un artista que solo se siente libre cuando pinta o prepara su próximo viaje… aparecen constantemente en la obra, como trazos de un Japón próximo y, aunque no siempre, muchas veces cálido.

Cuando Luis Ferrero presentó el primer borrador de la novela a la tokiota Tamaki Yang para su primera lectura, la respuesta de esta fue: «Tu mirada, a través de la novela, me lleva a Japón sin ninguna barrera ni filtro».

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